Puede que su nombre suene a ciencia ficción, pero las tierras raras son una familia de 17 elementos químicos esenciales para fabricar desde teléfonos móviles hasta coches eléctricos, turbinas eólicas, satélites, misiles y escáneres médicos. A pesar de ser indispensables para el avance tecnológico y la seguridad global, son poco conocidas fuera de los círculos industriales y estratégicos. Su extracción y procesamiento están altamente concentrado en China, lo que convierte a este grupo de minerales en un arma geopolítica silenciosa.
En este contexto, Gina Rinehart (Perth, Australia, 71 años), la mujer más rica de Australia, es una de las reinas del negocio: Aunque estas inversiones representan solo una pequeña parte de su fortuna minera, estimada en 30.000 millones de dólares, Rinehart, a través de su holding familiar Hancock Prospecting, ha adquirido importantes participaciones en las principales compañías de tierras raras fuera del gigante asiático, incluidas aquellas que buscan expandirse en Estados Unidos.
Gina Rinehart y su imán de dinero
Su cartera de tierras raras, valorada en 800 millones de dólares, incluye una participación del 8,5 % (equivalente a 317 millones de dólares) en MP Materials, la empresa que opera la única mina activa de tierras raras en Estados Unidos, ubicada en Mountain Pass, en la frontera entre California y Nevada. MP también está finalizando la construcción de una planta en Fort Worth, destinada a fabricar imanes de alta potencia para General Motors.
Además, Rinehart posee el 8,2 % —unos 430 millones de dólares— de Lynas Rare Earths, que explota el yacimiento de Mount Weld en Australia. Lynas ha abierto recientemente una planta de procesamiento en Malasia y, con respaldo del Departamento de Defensa de EE. UU., está construyendo otra planta en las cercanías de Corpus Christi, Texas.
Entre las participaciones más pequeñas figuran el 10% de Arafura, que cuenta con respaldo gubernamental para su proyecto minero de Nolans, cerca de Alice Springs (Australia); y el 6% de Brazilian Rare Earths, otra empresa australiana con impresionantes descubrimientos en el noreste de Brasil.
La mujer que desafía a China… y compra casas junto a Trump
Rinehart no solo gestiona una cartera millonaria: también ha impulsado activamente la reorganización del sector para competir mejor con China. El año pasado apoyó sin éxito las conversaciones de fusión entre Lynas y MP Materials. Ambas compañías anunciaron recientemente que, ante la incertidumbre generada por los aranceles impuestos por Trump, paralizarán el envío de concentrados de tierras raras a China para su procesamiento, y optarán por almacenarlos. “Vender estos materiales críticos bajo aranceles del 125% no es comercialmente racional ni está alineado con el interés nacional”, escribió Matt Sloustcher, portavoz de MP, en un correo electrónico.
En enero, el presidente Trump firmó la Ley de Emergencia Energética, destinada a agilizar la capacidad de procesamiento de tierras raras en Estados Unidos y reducir la dependencia del casi monopolio chino. La semana pasada, el secretario de Interior, Doug Burgum, presentó el programa Fast-41, que respalda 12 proyectos mineros clave —incluidos cobre, litio y antimonio— por su importancia estratégica.
Rinehart, cercana a Trump, asistió tanto a su fiesta de la noche electoral en Mar-a-Lago como a su toma de posesión. En 2023, habría pagado 100 millones de dólares por dos propiedades vecinas al expresidente en Palm Beach. La empresaria ha instado a los australianos a “pensar en grande” como Trump. Hija única del legendario buscador de mineral de hierro Lang Hancock, fallecido en 1992, asumió el liderazgo de Hancock Prospecting ese mismo año y reconstruyó la compañía. Hoy, su principal activo es el 70 % del complejo minero de Roy Hill, en la región de Pilbara Occidental, cuya construcción costó 8.000 millones de dólares y que solo el año pasado generó 1.800 millones en royalties.
El día que China cerró el grifo
Forbes ya ha cubierto ampliamente en el último año a MP Materials, el principal referente estadounidense en el sector de tierras raras, así como a otras compañías emergentes como Ramaco, dedicada al carbón metalúrgico, que está dando sus primeros pasos en la extracción de tierras raras a partir de yacimientos de carbón en Wyoming.
Por su parte, Lynas Rare Earths es una empresa menos conocida. Esta compañía australiana cobró relevancia en 2010, cuando China impuso un embargo de exportación de tierras raras a Japón tras una disputa por los derechos de navegación de un barco pesquero en aguas territoriales. Según explicó Gracelin Baskaran, del Programa de Seguridad de Minerales Críticos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), en una mesa redonda celebrada la semana pasada, fue en ese momento cuando las tierras raras comenzaron a utilizarse como arma geopolítica.
Desde entonces, Estados Unidos ha tardado en diversificar sus fuentes de suministro. “Hemos recorrido un camino largo, y nuestra falta de acción ha terminado por darle a China una herramienta muy, muy poderosa en la mesa de negociaciones”, afirmó Baskaran.
Conscientes de la necesidad urgente de garantizar un suministro fiable, el conglomerado japonés Sumitomo respaldó el desarrollo de Lynas, que realizó fuertes inversiones en Australia y que hoy en día abastece el 60 % de la demanda de tierras raras de los fabricantes japoneses.
Las tierras raras son la nueva moneda de poder
En declaraciones recientes, Lacaze mostró escepticismo ante la idea de que Trump lograra un acuerdo de tierras raras con Ucrania. Señaló lo difícil que es pasar de una idea entusiasta como “¿no sería genial conseguir tierras raras de X?”, donde X puede ser cualquier país, a tener un producto real, separado, refinado y listo para venderse en una bolsa a un cliente.
Ir en contra de un actor casi monopolista como China implica un riesgo enorme. El país ha consolidado la industria global de tierras raras al tiempo que debilitaba sistemáticamente a sus competidores. Un ejemplo: en 2013, la división de imanes de Hitachi (actualmente llamada Proterial) construyó con apoyo del gobierno de Obama una planta metalúrgica en Carolina del Norte. Sin embargo, los costes de producción fueron tan altos que no logró competir con los proveedores chinos de Ganzhou, que ofrecían precios muy inferiores. Hitachi acabó vendiendo la fábrica en 2020.
Por eso, el respaldo del Departamento de Defensa (DoD) estadounidense es crucial. El Pentágono necesita garantizar un suministro estable de tierras raras refinadas, esenciales para múltiples sistemas armamentísticos: reactores, misiles, vehículos eléctricos, gafas de visión nocturna e incluso escáneres de resonancia magnética. Solo una caja de engranajes de un aerogenerador requiere 100 kilos de imanes de tierras raras. Hasta que MP y Lynas completen sus plantas, Estados Unidos no tendrá capacidad nacional para refinar tierras raras pesadas.
No sorprende que desde Australia se esté reclamando la creación de una reserva nacional de tierras raras. Esta reserva no solo funcionaría como herramienta de negociación comercial frente a los aranceles de Trump, sino que también daría un fuerte impulso a la millonaria apuesta de Gina Rinehart por este sector.